Alejandra Gottelli es fundadora y directora creativa de C u b r e m e. En esta columna, reflexiona acerca de las huellas de la industria lanera, la importancia de un propósito común y el alentador camino hacia la sostenibilidad.
Venimos de muchas décadas de una extracción desmedida de nuestros recursos naturales sin evaluar el “largo plazo” en el impacto socioambiental. Tristemente, vastas regiones en la estepa patagónica resultaron afectadas por haber priorizando las necesidades productivas y económicas impulsadas por los planes nacionales y provinciales de “desarrollo” y expansión ganadera (en especial el sector lanero).
Esta falta de visión integral del entorno marcó el destino de los ecosistemas naturales existentes en la Patagonia, provocando la desertificación, la pérdida de pastizales nativos con el consecuente desplazamiento y la pérdida de fauna autóctona indispensable para la salud de dichos ecosistemas. Por lo tanto, los resultados del modelo tradicional de pastoreo extensivo como único sistema de producción ganadera nos muestran que éste no es el camino a la sostenibilidad.
La nueva mirada “holística” que nos demanda la conservación de la biodiversidad pone a la humanidad en un rol primordial para mantener el equilibrio sistémico, donde cada agente actúe con responsabilidad y transparencia.
La producción lanera es un eslabón estratégico y tiene como aliados a las nuevas generaciones de productores, quienes deben gestionar sus tierras para permitir la coexistencia entre la producción y la vida silvestre. La crisis en la producción ovina tiene características socioambientales y gira en torno a la desertificación, cuyas causas profundas se remontan a errores agronómicos y políticos cometidos en el período inicial de la conformación del territorio.
En la estepa patagónica el guanaco es el herbívoro emblema y fue reconocido por la FAO (organismo de la ONU para la Agricultura Familiar) como una especie clave para el desarrollo rural en América Latina, debido al alto valor económico de su fibra, obtenida en silvestría bajo estrictos estándares de bienestar animal, y las oportunidades laborales que puede generar su cadena productiva.
Lejos de verlas como dos especies en competencia por el forraje disponible, podemos comenzar a pensar en la combinación de la producción ovina con la obtención sustentable de fibra de guanaco, y el desarrollo de hilados que mezclan ambas fibras en diversos porcentajes. El mercado textil de lujo ha recibido muy bien estos productos, que no sólo son extremadamente confortables y abrigados, sino que cuentan una historia de cuidado del ambiente y utilización sustentable de los recursos.
La vinculación y el trabajo en conjunto de productores ganaderos, instituciones de investigación como CONICET y WCS Argentina, entes certificadores como Wildlife Friendly Enterprise Network y diseñadoras comprometidas con la sustentabilidad posibilita el desarrollo de un modelo productivo distinto, nuevo y necesario para afrontar la crisis medioambiental por la que estamos atravesando. El apoyo del sector gubernamental y del público general serán fundamentales para que estos cambios se sostengan en el tiempo y se conviertan en un nuevo paradigma de producción y desarrollo.
El manejo regenerativo y amigable con la fauna comienza a mostrar resultados alentadores, como la disminución del conflicto entre fauna y producción gracias a, por ejemplo, la incorporación de perros protectores de ganado o la utilización de luces disuasivas, que disminuyen las pérdidas de ganado por depredación por parte de carnívoros silvestres. Por otro lado, modificaciones en los alambrados en zonas claves permiten el libre paso de fauna, que beneficia el traslado de especies migratorias como el guanaco, permitiendo el correcto funcionamiento del ecosistema y promoviendo la regeneración de las pasturas naturales, ayudando al mismo tiempo a mitigar los efectos del cambio climático.
Construir aprendizajes desde las dinámicas del pasado y conociendo las del presente ayudará a la elaboración de escenarios inteligentes y prospectivos para la gestión de un nuevo desarrollo territorial que no dañe la biodiversidad ni comprometa el futuro de las generaciones venideras. Entendemos que sin un propósito común en el cuidado del entorno no hay opciones de bienestar universal.